Repetició en Repetició

Un cordel impregnado en tinta mantiene la tensión justa para ser proyectado a gran velocidad, como si de la cuerda de un arco se tratara. Se aleja de la mano del artista y, durante una fracción de segundo, justo en el punto preciso del impacto contra el lienzo, toma vida propia. La obra queda salpicada. También la pared, el suelo y, por supuesto, el propio artista. La fotografía del suceso permanecerá sobre la pieza donde el instante quedará plasmado: la salpicadura chorreante se convertirá en el registro mudo de un momento preciso e irrepetible.

La obra de Pintó parte del gesto calculado, impulsor de acciones que toman carácter propio marcando huellas perennes. Las trazadas expresivas se hacen protagonistas, abrazando la aleatoriedad implícita en cualquier tipo de movimiento. Negando todo elemento superfluo, el artista se adentra en un universo de abstracción minimalista y austera en el que la repetición se convierte en el patrón definitorio. Mediante el uso del tiralíneas, herramienta recurrente en su producción artística, Pintó proyecta una obra marcada por la reiteración de trazos replicados que mantienen idéntica pulsión e intencionalidad.  

El escritor argentino Jorge Luís Borges, en el cuento la Trama, indagaba en torno a la reiteración ya la réplica expresando: “Al destino le gustan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. Un efecto espejo en el que la semejanza casi exacta entre dos elementos se convertía en armoniosa y cerraba un círculo… y es precisamente ese espejo el que el artista muestra en Repetición en Repetición.  

A través del diálogo entre dípticos replicados, Pintó confronta las piezas con su reflejo, obligando al espectador a cuestionar su percepción. Las telas, en ocasiones crudas, otras pigmentadas con tonos pasteles a bajísima saturación sobre los que se acentúa el negro de las líneas, reflejan escenarios de apariencia similar pero de simetría imposible.  

En cuanto al plano de la instalación, el artista subvierte la concepción clásica del espacio expositivo, convirtiendo la pared en un simple continente de un montaje volumétrico en el que las obras flotan en el centro de la sala. Como si de una sala de espejos se tratara, el visitante circula por un recorrido en el que la repetición acaba tomando una singularidad irrepetible.

Guillem Serra Cros